Me he cansado de vivir a expensas de hacer las cosas bien por miedo a vete tu a saber qué. De resentirme a pensar que acostumbrarnos al dolor puede ser parte de la rutina. De arrepentirme de mis errores o de decir lo siento por algo que sinceramente, en muchas ocasiones no debería. De involucrarme y pararme a dedicar tiempo a personas que no me suponen más que rechazos continuos. De apostar por algo que nunca sabré a que puerto me llevará. De hacer las cosas a medias por que no me atrevo a dar el paso final. De resentirme a pensar que las cosas si son así, lo son por algo. De no dar opción a que puedan ser de otra manera..
Sin embargo, para bien o para mal, hay una cosa de la que jamás podré cansarme, y es de vivir.
De dejarme llevar, de sentir la locura de la felicidad. De ilusionarme, de sonreír por nada o de sentir lo que para mí son los pequeños placeres de la vida. De arriesgar a expensas de lo que pueda pasar, pero de disfrutar haciéndolo. De ver como las buenas suman y las malas enseñan. De hacer locuras aunque nadie entienda. De observar y nunca dejar de aprender. De mantener lo más intenso de los niños: la ilusión. De saber que sea lo que sea, soy feliz por ser cómo soy.