Juegan despreocupados, observan atentos, se dejan llevar y aprenden rápido. Quizá sea por todo esto por lo que tanto echamos de menos ser como niños. Por lo sencillo, liviano, entretenido y divertido que nos resultaba todo.
Después el tiempo pasa, estamos más tiempo enfadados intentando comprender el porqué de cada nimiedad que se nos presenta a diario.
Las responsabilidades, el tomar decisiones y la conciencia empiezan a pesar sobre cada uno de nuestros actos.
¿Así quien no querría volver a la sencillez de aquellos años?
Quizá sea cierto que no todo es tan malo ni tan bueno. Si nos paramos a pensarlo, ser mayor también tiene sus ventajas. Disfrutamos más de los pequeños detalles. Experimentamos sensaciones impensables. Viajamos a lugares insospechados. Y sobre todo, seguimos siendo lo que todo niño desea desde que tiene uso de razón: Ser dueños de nuestro propio mundo.
¿Entonces por qué? ¿Por qué de repente llega alguien que desmorona nuestro fuerte? Alguien capaz de bloquear nuestra mente por momentos. De provocar sensaciones jamás antes vividas. De ponernos a prueba con cada día y con cada situación que nos presenta. ¿Por qué si tan confusos hace sentirnos queremos seguir teniéndole cerca? ¿Por qué querer saber todo acerca de su mundo? Conocerle, sentir sus caricias, su cariño, y sobre todo, compartir su mundo.
¿Por que dejamos de pensar en nosotros para pensar en alguien más?
Tiendo a pensar que la vida es mucho más simple de lo que en verdad nos rodea. De lo que en verdad esta cruda realidad se esfuerza en mostrarnos.
Somos marionetas de un millón de manos. De sentimientos, historias, adversidades, superaciones, errores, experiencias, valores, y sobre todo, de lo inesperado.
Quizá sería todo mucho más sencillo si echáramos el tiempo atrás, y como si de un juego se tratase nos dejáramos llevar por la intuición. Si nos esforzáramos más por dejar de pensar y de analizar cada detalle y simplemente disfrutáramos.
¿Pero que hace la princesa cuándo el príncipe no quiere entrar a su castillo?
Dejemos de pensar en cuento de hadas. De hacer comparaciones y de albergar esperanzas e ilusiones erróneas. Quizá haya que seguir caminando, jugando, descubriendo, aprendiendo, soñando y dejándonos sorprender por lo que sea que tenga que venir.
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