Todos podemos pedir un deseo al año, al soplar las
velas en nuestro cumpleaños. Algunos pedimos más, con las pestañas, en las
fuentes, al ver una estrella fugaz...; y de vez en cuando, alguno se cumple. ¿Y
qué pasa entonces? ¿Es tan bueno como esperábamos? ¿Disfrutamos de nuestra
felicidad? ¿O nos damos cuenta de que tenemos una larga lista de deseos
esperando a ser deseados?
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